La opinión pública
La opinión pública es la visión que tienen en común un conjunto de ciudadanos sobre temas de interés común. No solo se limita a lo que opina la mayoría, sino también a la manera en que estas opiniones se generan, se propagan y se modifican en un proceso colectivo.
De acuerdo con Jürgen Habermas, uno de los expertos más influyentes en la opinión pública, manifiesta como un producto donde el dialogo es lógico y crítico entre ciudadanos libres e iguales. Esta perspectiva idealista mantiene que la opinión pública debe ser algo importante para el consenso social basado en la deliberación informada y no en la manipulación. En cambio, Noelle-Neumann y Walter Lippmann advierten sobre sus limitaciones. La primera habla de de "espiral del silencio", que describe cómo las opiniones mayoritarias tienden a silenciar a las minorías; la segunda señala que la opinión pública está influida por estereotipos creados y propagados por los medios de comunicación.
En una democracia "perfecta", las decisiones políticas deberían derivarse de un debate público. Habermas argumenta que la democracia deliberativa ofrece el modelo para garantizar la soberanía popular, donde el poder político es guiado por un intercambio crítico y razonado de ideas. Este modelo, basado en la acción comunicativa, subraya la importancia de un espacio público donde los ciudadanos puedan expresar libremente sus ideas y alcanzar consensos sobre temas de interés general.
Pero cuando esto lo hacemos, este enfrenta numerosos obstáculos. Los problemas de falta de formación ciudadana, la tiranía de las mayorías y la influencia de las élites limitan la posibilidad de un razonamiento colectivo genuino. Además, la influencia de los medios de comunicación y los intereses privados a menudo ciegan el debate público hacia intereses particulares, alejándolo del bien común. Para parar con esta manipulación es crucial fortalecer la educación y garantizar un acceso equitativo a recursos informativos.
Actualmente, el espacio público tradicional ha evolucionado hacia un ecosistema complejo que incluye tanto medios de comunicación tradicionales como plataformas digitales. Los medios tradicionales (prensa, radio y televisión) continúan siendo factores importantes en la formación de la opinión pública, aunque se ven débiles por la llegada de internet y las redes sociales.
Internet ha democratizado la creación y difusión de información, permitiendo que cualquier ciudadano participe en el debate público. Plataformas como Twitter, Facebook y YouTube han transformado la comunicación unidireccional en una red interactiva, donde cualquier nodo (ya sea un medio, un ciudadano o una organización) puede influir en el discurso colectivo. Sin embargo, esta apertura también ha dado lugar a problemas como la desinformación, los discursos de odio y las "burbujas de pensamiento" fomentadas por algoritmos.
Por un lado, las redes sociales han permitido que voces silenciadas encuentren un espacio para expresarse, ampliando la diversidad del debate público, como los movimientos. Por otro lado, estas mismas plataformas han facilitado la manipulación de la opinión mediante noticias falsas, bots y algoritmos que priorizan contenidos emocionales sobre los racionales.
En este contexto, la teoría de la "espiral del silencio" de Noelle-Neumann cobra relevancia. Pese a la expansión de plataformas, los puntos de vistas que son minoritarios continúan encontrando obstáculos, debido al miedo del aislamiento social.
El poder político está sujeto tanto a controles formales como informales. Los controles formales, como la separación de poderes y los sistemas electorales, buscan garantizar que los gobiernos actúen en beneficio de los ciudadanos. Sin embargo, en muchos casos, estos mecanismos son insuficientes o están manipulados por intereses particulares.
En cuanto a los controles informales, los medios de comunicación y la opinión pública desempeñan un papel fundamental. Como afirma Lippmann, los medios actúan como intermediarios entre las élites y la ciudadanía, influyendo tanto en la percepción como en la acción pública. No obstante, este rol también está mirado por las élites económicas y políticas que controlan gran parte de los recursos mediáticos.
Por todo esto, es fundamental cuidar y estar atentos. Esto implica garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a información veraz y a canales efectivos de participación. Además, es crucial fomentar la educación crítica y la alfabetización mediática para que los ciudadanos puedan analizar y cuestionar las narrativas dominantes.
Para fortalecer el espacio público se requiere enfrentar los desafíos. Combatir la desinformación, regular los algoritmos que fomentan la polarización y proteger la privacidad de los usuarios son pasos esenciales para garantizar un debate público más sano y equilibrado. Solo así se podrá avanzar hacia un modelo de democracia liberal donde las decisiones políticas reflejen verdaderamente las necesidades y aspiraciones de la sociedad.